Jamás
le dimos la espalda. En nuestros inicios en el ajedrez en nuestro natal Jagüey
Grande (Matanzas, Cuba), el viejo José Veulens fue como una suerte de
entrenador para mi hermano Nibaldo y para mí. A su lado aprendimos muchísimo. No
solo ajedrez.
Prácticamente
nosotros no salíamos de su casa, en buen cubano, ¨le sacamos el zumo¨ aprehendimos
todo lo que nos trasmitía.
Pero
llegó el momento que Veulens no quiso saber nada más de ajedrez, y sin embargo,
Nibaldo y yo seguimos visitándolo, agradecidos de sus enseñanzas. Si bien ya el
ajedrez no era el principal móvil, platicábamos de la vida misma, nos interesábamos
qué tal andaba de salud…. En fin, por el hecho de que ya no recibíamos sus
enseñanzas ajedrecísticas, en ningún momento lo echamos para un lado, para
nosotros siempre ha sido el viejo Veulens, nuestro Maestro.
Yo lo
recuerdo siempre, sus enseñanzas no las he dejado de poner en práctica. Estoy
agradecido del viejo Veulens.
Lastimosamente,
en mi condición de entrenador he sufrido amargas experiencias. Ex alumnos que
en un momento determinado uno encauzó y al paso del tiempo te los encuentra y como se diría en Cuba, ¨se hacen los de la vista
gorda¨, hasta esquivan saludarte.
Pero
como a mí me enseñaron a ser educado, mostrando alegría al verlos les he
extendido la mano, y hay quien a duras penas me reciproca mostrando total
frialdad, como si yo fuese un extraño.
Me ha
pasado, no es ficción. Acá en Chile me ha pasado. Y entonces me recuerdo del viejo Veulens, que a pesar de
que ya no nostransmitía sus
conocimientos, jamás mi hermano y yo le
dimos la espalda. Por agradecimiento, eso, por agradecimiento.
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