Por Lic. Arnaldo
Calvo Buides
Durante mis años como profesor de ajedrez en mi natal Jagüey
Grande, Matanzas (Cuba), tuve un alumno que se las traía cuando de no querer reconocer
sus errores se trata.
Cada vez que realizaba alguna débil jugada y yo me aprestaba
a explicarle los motivos que no hacían aceptable la movida y le sugería otras
mejores; él, sin apenas dejarme terminar, solía decirme:
- ¨Ah!, sí,
Maestro, esa jugada yo la vi (una de las que yo le sugería).
Esto era constante, una y otra vez, me soltaba la frase y
esquivaba entrar en análisis de su mala jugada, y solo deseaba continuar la partida. Pero a partir de un
buen día, teniendo en cuenta su postura, cuando se daba la situación yo tenía
preparada una respuesta.
-Ah!, sí, ¿y si la
viste por qué no la hiciste?
Y él, como para no dar su brazo a torcer, también tenía
preparada una respuesta:
-Sí…pero…..
Así solía decirme. Dejaba la escena en suspenso, no queriendo prestar atención al asunto y
deseando proseguir la partida.
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