Por
Lic. Arnaldo Calvo Buides
Durante el periodo 1995-2000, en que estudié la carrera
de Derecho en La Universidad de La Habana (Cuba), un MF venezolano realizó una sesión
de simultáneas frente a mi Facultad, bajo unos frondosos árboles que acompañan
un bello parque.
Yo participé. Si mi mente no me falla, le planteé la
defensa Siciliana. Llegado el tránsito del medio juego al final (con equilibrio
posicional), yo analizaba y analizaba la jugada a hacer en cuanto el maestro
llegara a mi mesa, cuando de improviso alguien del público, violando todo
reglamento de la simultánea y no sé de cuántas cosas más, se me acerca y sugiere
una movida...
Tras unos breves instantes de no decidirme qué jugar, el
maestro se aproximaba. ¨ ¿Qué juego?¨,
me preguntaba. Y entonces fue que opté nada más y nada menos por la propuesta del
espectador, un lance nada descabellado...
Unas movidas después, la partida concluyó tablas. Sinceramente,
la jugada soplada por el aficionado tuvo su peso en el resultado final, por eso
sería injusto agenciarme yo solo el medio punto y no compartirlo con aquel intruso
que aportó una interesante jugada en un momento clímax del encuentro.
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